Finalmente, Álvaro Delgado tuvo que ceder: quiso acaparar simultáneamente poder partidario y legislativo, pero se quedó con las ganas.
Así, este lunes anunció su renuncia a la banca en el Senado, tras semanas de fuerte tensión interna en el Partido Nacional.
Un dirigente rechazado
En junio, cuando Álvaro Delgado fue electo presidente del Partido Nacional, estallaron abucheos y varios convencionales abandonaron la sala, visiblemente indignados por el resultado de la votación.
Durante el proceso, se escucharon gritos que lo acusaban de “traidor” y expresiones de preocupación por el futuro de la fuerza política, con frases como “Pobre mi Partido Nacional”, que reflejaban el profundo rechazo de una parte importante de la militancia.
Este rechazo es razonable: en 2022, cuando era Secretario de Presidencia había expresado con orgullo: “No soy ni seré la derecha del Partido Nacional”.
El malestar se agravó aún más cuando, durante su candidatura a la Presidencia de la República, Delgado eligió como compañera de fórmula a Valeria Ripoll, una exdirigente comunista y sindicalista.
La gula, uno de los siete pecados capitales
Pero el descontento con Delgado no se limitó a su vergonzosa definición ideológica. Se sumó la crítica por su angurria política: haberse aferrado a su banca en el Senado mientras presidía el Directorio, sin ejercer la función legislativa ni renunciar formalmente.

Su licencia indefinida le había permitido mantener ambos cargos y sus respectivos beneficios, lo que generó un fuerte rechazo tanto dentro como fuera del partido. Muchos dirigentes reclamaron que se dedicara plena y seriamente a su función partidaria.
La renuncia, anunciada finalmente este lunes ante el Directorio, llegó por presión, no por convicción personal.
¿Qué destino le espera al Partido Nacional cuando su máximo dirigente reniega de ser de derecha?
El Partido Nacional ha sido históricamente el bastión principal de la derecha en Uruguay, un espacio político donde se han congregado ideas conservadoras, liberales y nacionalistas con una identidad clara y definida. Sin embargo, hoy esa identidad se desdibuja de manera acelerada y preocupante.
Que la máxima figura de conducción del partido sea alguien que declaró abiertamente que “no es ni será la derecha del Partido Nacional” es una señal clara de hacia dónde se dirige el partido.
A la definición ideológica de Álvaro Delgado se le sumó su ambición personal, dejando en evidencia que el Partido Nacional está en las peores manos.