Una alianza con el socialismo corrupto

Este martes, Yamandú Orsi recibe al principal responsable de la decadencia de España: Pedro Sánchez. Firmarán la llamada “Alianza País 2025–2029”, una declaración de alineamiento total con la Agenda 2030 de Naciones Unidas y los intereses del progresismo internacional.

Desacreditado en su propio continente, Pedro Sánchez busca relevancia internacional alineándose con el progresismo latinoamericano.

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Con una Europa al borde del colapso que pide a gritos la expulsión del cáncer socialista, el presidente español intenta reinventarse como líder global articulando un ridículo eje progresista transatlántico.

La firma ocurrirá en medio de la gira sudamericana de Sánchez, iniciada en Santiago de Chile en el evento “Justicia Siempre”, la cumbre que reunió a la izquierda más corrupta de Iberoamérica. Tras su paso por Uruguay, Sánchez viajará a Paraguay para mantener un encuentro con el presidente Santiago Peña en Asunción.

Intervencionismo tecnocrático

El acuerdo entre Uruguay y España se viene gestando desde hace meses con el impulso de la Agencia Uruguaya de Cooperación Internacional (AUCI) y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid).

Dos hombres de traje se saludan sonrientes en una oficina con paredes de madera y un cuadro abstracto al fondo
Sánchez y Orsi. | Redacción

En mayo se realizaron talleres en Montevideo con decenas de actores del sector público, privado y social. Los temas centrales: gobernanza “democrática”, transición energética “justa” y transformación digital con “equidad”.

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Detrás de estos términos, se consolida un modelo de intervencionismo tecnocrático, cada vez más alejado de las necesidades reales de los ciudadanos y más cerca del laboratorio político de Bruselas o Nueva York.

Ingeniería social globalista

La “triple transición” que promueve el acuerdo —digital, ecológica y social— está diseñada para imponer una ingeniería social globalista.

La educación inclusiva, la salud mental con enfoque de derechos, la diversidad cultural como “motor de cohesión” y la igualdad de género figuran entre las prioridades, todo bajo el rótulo de “innovación metodológica” y “compromiso institucional”.

Más imposiciones ideológicas que van desde el adoctrinamiento escolar hasta el relativismo cultural, pasando por la ideología de género y el migracionismo sin control.

Todo lo que ha generado la peor crisis en la historia reciente de España, Orsi pretende replicarlo en Uruguay.

Peligra la esencia nacional

Uno de los pilares de la llamada “triple transición” es el enfoque migratorio inspirado en el desastroso modelo español. El acuerdo entre Uruguay y España propondrá una apertura total, bajo el paraguas de la “inclusión” y la “diversidad cultural”.

Reunión de varias personas en una sala de conferencias con una pantalla al fondo que muestra información sobre una alianza entre España y Uruguay

Esto enciende todas las alertas, dado que Uruguay atraviesa una grave crisis demográfica. El propio Instituto Nacional de Estadística proyecta que, para 2070, el país podría reducirse a tan solo tres millones de habitantes. Ante este panorama, replicar las políticas migratorias europeas representa una amenaza existencial para nuestro país.

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España ya transitó ese camino y hoy enfrenta una grave crisis de identidad nacional, conflictos sociales crecientes y un sistema público sobrecargado.

A esto se suma que el gobierno de Sánchez acaba de licitar una campaña de casi medio millón de euros para “combatir la desinformación” sobre inmigración irregular, bajo el lema “Migración, fuente de riqueza”. Una propaganda estatal que intenta maquillar los efectos de un modelo fracasado.

Un error histórico para Uruguay

Aliarse con Pedro Sánchez —arquitecto de la decadencia económica, moral y social de una España otrora próspera— es una apuesta suicida.

Orsi atará el destino de Uruguay al proyecto decadente del corrupto Pedro Sánchez. Lo más grave es que lo hará sin debate parlamentario, sin consulta ciudadana y sin rendición de cuentas.

El gobierno del Frente Amplio vuelve a colocar, sin tibiezas, a Uruguay como plataforma para los planes globalistas del progresismo internacional.

Nuevamente, gracias a la gestión de la izquierda, este acuerdo será recordado como una de las decisiones más irresponsables de la política exterior uruguaya.