En Uruguay, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) es una de esas estructuras estatales que nadie se atreve a cuestionar por miedo al anatema político. Pero si analizamos con honestidad brutal su desempeño, resulta evidente que no es una herramienta de justicia social, sino una maquinaria de estancamiento económico, desempleo y privilegio sindical. En lugar de facilitar el trabajo, lo encarece. En vez de proteger al trabajador, protege al sindicalista profesional. Y lo más grave: interfiere constantemente en las decisiones empresariales, debilitando la libertad contractual, que es el verdadero motor del empleo.

Detrás de su fachada tecnocrática, el MTSS representa el fetiche del estatismo uruguayo: la idea de que todo debe ser regulado, mediado y vigilado. Pero en la práctica, solo consigue desincentivar la inversión privada, dificultar la contratación y reforzar a una casta sindical intocable. El Ministerio actúa, en los hechos, como el brazo burocrático del PIT-CNT.

Tres ejemplos que deberían indignar a cualquier liberal

1. El caso del Puerto de Montevideo y el chantaje sindical autorizado

En 2023, durante el conflicto en el Puerto de Montevideo entre los trabajadores portuarios y la empresa Katoen Natie, el MTSS intervino reiteradamente a favor del sindicato, incluso cuando este paralizó operaciones estratégicas afectando exportaciones e importaciones del país entero. La “negociación” no fue otra cosa que una extorsión con respaldo ministerial: se obligó a la empresa a retroceder en decisiones internas bajo amenaza de más paros y bloqueos. ¿Dónde quedó la libertad de empresa? ¿Quién protege al inversor que cumple la ley pero se enfrenta al caos impune?

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2. El caso MontevideoGas: una empresa fundida por la politización sindical y estatal

MontevideoGas, filial de Petrobras, dejó Uruguay en 2020 tras años de pérdidas sostenidas, sabotajes sindicales y conflictos incentivados desde el propio Ministerio. El gobierno uruguayo, lejos de apoyar a la empresa que sostenía el servicio, avaló ocupaciones ilegales y protegió a sindicalistas radicalizados. Resultado: se fue un gigante energético, se perdieron empleos, y el servicio fue estatizado. El MTSS jugó un rol clave en este proceso de suicidio empresarial con rostro ideológico.

3. El caso de Supermercados Ta-Ta: una caza de brujas empresarial disfrazada de conflicto laboral

En 2023, la cadena de supermercados Ta-Ta enfrentó una serie de paros, ocupaciones y bloqueos promovidos por su sindicato, en una escalada de presión que incluyó escraches públicos y denuncias mediáticas. ¿El detonante? La empresa había reorganizado funciones internas y desvinculado a algunos trabajadores, como cualquier empresa privada que busca eficiencia. Sin embargo, el MTSS intervino rápidamente, no para defender la libertad de gestión empresarial, sino para citar a conciliaciones forzadas, mediar “conflictos” donde no los había, e incluso emitir juicios públicos sobre las decisiones de la empresa. Es decir: el Ministerio actuó como fiscal del empleador. El mensaje fue claro: si contratás gente en Uruguay, el Estado se reserva el derecho de juzgar a quién echás, cómo lo hacés y con qué motivos.

¿Para qué sirve este ministerio?

El MTSS no genera empleo, no produce riqueza, no mejora la productividad. Lo que sí hace con admirable constancia es frenar cambios, congelar relaciones laborales, reforzar estructuras sindicales verticales y dificultar cualquier intento de modernizar el mercado de trabajo.

Personas manifestándose en la calle con pancartas grandes que tienen mensajes en letras rojas y negras, rodeados de árboles y edificios al fondo en un día soleado.
Sindicato de TATA cortando la vía pública. | Redacción

En un país donde 1 de cada 4 trabajadores está en la informalidad, y donde los jóvenes no acceden a su primer empleo porque nadie quiere arriesgarse a contratarlos formalmente, mantener un Ministerio como este es directamente inmoral.

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La solución no es reformarlo: es cerrarlo. Dejar que los trabajadores negocien libremente con sus empleadores. Abrir la puerta a formas flexibles de contratación, a nuevos modelos laborales y a una cultura de responsabilidad individual, no de tutela estatal.

La libertad laboral no necesita un árbitro sesgado: necesita menos obstáculos y más confianza en los acuerdos voluntarios. Uruguay no va a crecer con más inspectores ni más tripartismo: va a crecer cuando se atreva a liberarse de su atadura ministerial al sindicalismo de barricada.